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Don Yata, el pequeño rinoceronte morado

Claudia Ranucci y David Fernández Sifres nos presentan la colección Don Yata, publicada por Edelvives y protagonizada por un conjunto de simpáticos animalillos con un entrañable rinoceronte a la cabeza.

Literatura 14 Diciembre 2020

Los libros se dirigen a niños de 0 a 3 años y están diseñados específicamente para ellos en formato pequeño, con gruesas páginas de cartón desplegables, texto en mayúsculas y graciosas ilustraciones. 

Pero lo más singular de los libros del rinoceronte Don Yata son los equívocos que se plantean en cada doble página, que se resuelven al desdoblar las hojas de la derecha. ¡Nada es lo que parece! Cada desplegable revela una sorpresa que entusiasmará a los lectores.

Dos divertidos títulos inauguran la colección. En ¿Será un león?Don Yata encuentra ante su puerta algo parecido a una larga cola de león. Aunque estos feroces animales le causan temor, su curiosidad lo empuja a avanzar página tras página hasta descubrir lo que se esconde al final de aquella cola. En La broma, el pequeño rinoceronte le hace creer a su amiga Josefa que tiene algo en la mejilla. La pobre jirafa es un poco aprensiva y se figura todo tipo de cosas raras. ¿Será una araña?, ¿un manchurrón?, ¿una oruga?… Pero es algo mucho más tierno de lo que imagina.

Claudia Ranucci, creadora de las ilustraciones, y David Fernández Sifres, autor de los textos, son los artífices de esta simpática colección. Nos describen a Don Yata como un rinoceronte morado, rechoncho, muy bromista, pero con un gran corazón. Además, es muy curioso y le encanta dibujar. Vive en una casita con jardín y le gusta cultivar plantitas en sus ventanas. Aparte de Josefa, tiene muchos otros amigos, como Domitilo el cocodrilo, la rana Diana, Yolanda la osa panda y unos cuantos más procedentes de diferentes hábitats.

David nos aclara el origen del peculiar nombre de Don Yata. Buscaba un nombre distinto y fácil de pronunciar para niños muy pequeños. La clave se la dio la benjamina de la familia. «Mi hija pequeña odia que le cambiemos el pañal», nos cuenta. «Protesta constantemente y, cuando acabamos, nos mira y, con una felicidad inmensa que le va de oreja a oreja, nos dice: “¡Yata!”. Y ese “¡Ya está!” de Diana, que además me transmite alegría, me pareció que era el nombre perfecto para nuestro rinoceronte», revela.

Y es que la colección Don Yata se destina a los más pequeños de la casa. Son libros muy jugables, como los describen los dos hijos mayores de David. «Hemos buscado historias divertidas y tiernas a un tiempo, con una sorpresa en cada página que se descubre al desplegarla, y con finales inesperados que puedan llamar la atención incluso al adulto que acompañe al niño y lea el libro por vez primera», detalla el autor del texto. «Siempre parece que estamos viendo algo o una situación reconocible, pero al abrir la solapa… ¡todo cambia!», añade la ilustradora. 

A partir de ahí empieza el grueso del trabajo conjunto. Se revisa qué escenas funcionan y cuáles no y si es posible plasmarlas a través de la ilustración. Durante el proceso surgen a veces soluciones no previstas de antemano. Claudia subraya la flexibilidad del proyecto, que les permite moldear la historia en función de los dibujos y añadirle pequeños detalles para enriquecerla. Uno de estos guiños lo encontramos en la primera doble página de La broma, donde se muestran tres cuadros en la casa de la jirafa Josefa. «Son dibujos de mis tres hijos, con sus iniciales, incluso, en uno de ellos», desvela David. También la hija de Claudia, de 10 años, ha dejado su huella en los libros. «Ella suele opinar sobre lo que hago, avisarme si el personaje está bizco o si la idea que estoy plasmando no funciona. Y así salió la idea de la panda Yolanda comiendo tallarines en ¿Será un león? Es un homenaje a su peluche (despeluchado) favorito, Dieci», relata la ilustradora. La niña es también la autora material del corazoncito feliz que aparece en la taza de Don Yata en La broma

Durante el desarrollo de las obras, mantienen un contacto constante entre ellos y con la editora Celia Turrión. Es David quien idea el argumento general de cada historia y lo expone a sus compañeras. Aprobada la propuesta, comienza a trabajar en las diez escenas que contiene cada libro «fijando lo que tiene que verse en la página recogida, en qué se tiene que convertir al desplegarla, y el texto que debe acompañar», señala. «Normalmente, mientras voy en el metro, David me llama y me cuenta lo que ha estado pensando, siempre con muchísimo entusiasmo. Por mi parte, necesito sentarme a dibujar y ver si las situaciones que él imagina se pueden poner en práctica», comenta Claudia. 

David

David Fernández Sifres: «Soy de León, 44 años, licenciado en Derecho y funcionario de la Escala Superior de Técnicos de Tráfico, que es a lo que me dedico profesionalmente. Escribo por afición, aprovechando las horas de sueño de mis tres hijos pequeños. Que sea por gusto no quiere decir que me resulte fácil, claro, sino que me encanta hacerlo y no me importa dedicarle horas y horas de mi tiempo libre y vacaciones. Viajar es mi mayor afición y tengo claro que viajar te hace mejor persona, y que el dinero gastado en viajes es una inversión. Y que también leer lo es. Saber que lo que me invento llega a otras personas y consigue emocionarlas o hacerlas sonreír o asustarse o, simplemente, disfrutar, es una sensación increíble».

Claudia

Fotografía: Daniel Ortuño Pérez

Claudia Ranucci: «Nací en Roma, pero vivo en Madrid desde 1997. Estudié Diseño e Ilustración en el Instituto Superior para las Industrias Artísticas (ISIA) de Urbino. Desde muy pequeña tuve claro que quería dibujar, así que me armé de paciencia y tenacidad y fui en busca de mi camino. En los ratos libres ayudaba a mi tío en la confección de trajes de novia y a unos amigos en su taller de ebanistería. De esas experiencias he sacado un amor profundo por el trabajo manual y la curiosidad por explorar las infinitas posibilidades de unas manos inquietas. Siempre ando haciendo algo o pensando en cómo hacerlo, difícilmente me aburro y, como todo ilustrador que se precie, tengo una gata».

Tanto Claudia Ranucci como David Fernández Sifres son autores habituales de Edelvives; sin embargo, esta es la primera vez que colaboran en el mismo proyecto. Ambos coinciden en que la experiencia es muy positiva. «Por mi parte está siendo divertida y estimulante, tal como esperaba», reconoce Claudia. «Nos conocimos en una entrega de premios de Edelvives y creo que congeniamos enseguida», añade. Considera que la relación de confianza y respeto mutuo que han desarrollado repercute felizmente en el resultado final. «Los tres nos conocíamos de antes, aunque no habíamos trabajado juntos» puntualiza David, quien incluye en el equipo a la editora Celia Turrión. El compromiso de los tres con el proyecto ha generado un canal siempre abierto de comunicación. «En ocasiones nos llamamos a cualquier hora, incluso en fin de semana, para comentar algún punto o aportar alguna idea reciente», asegura el autor. «Recuerdo que para el final de La broma no encontrábamos la forma de llevar a la ilustración lo que queríamos contar. Se me ocurrió por la noche y luego no era capaz de dormirme. Nada más levantarme, quizá era sábado, llamé por teléfono: “¡creo que lo tengo!”», confiesa.

Hasta ahora, David no había escrito nada para niños de 0 a 3 años. «Yo tenía muchas ganas de inventar historias para este tramo de edad. Tengo tres hijos y a los dos mayores nunca pude leerles algo mío cuando eran así de pequeños. Tenía esa espinita clavada, así que cuando la editorial me lo propuso lo tuve muy claro, porque vi la posibilidad de llegar a tiempo para mi hija pequeña», explica. Tras este proyecto, se reafirma en su creencia de que cuanto más pequeño es el lector, más difícil es escribir para él. «Los libros de Don Yata apenas tienen un puñado de frases, pero no pensé que el diseño de cada historia me fuera a llevar tanto tiempo, la verdad», observa.

Ambos autores han intentado que cada volumen fuera muy diferente, tanto en lo referente a la estructura como al texto (uno es rimado y el otro no). Asimismo, han procurado que los finales no sean evidentes para un adulto, que tengan el suficiente ingenio e incluso que haya una historia secundaria en los libros. «Difícil todo, pero muy gratificante», concluye David.

Claudia también halla satisfacción en su parte creativa. «Para mí es bastante habitual enfrentarme al reto de lectores de edades diferentes. Es uno de los aspectos más motivadores de mi trabajo, ese empujoncito que te obliga a salir de tu zona de confort. Ilustrar para lectores tan pequeños hace que se me dispare la ternura, cierto humor inocente y una atención especial a la expresividad de los personajes», arguye. No cree que la corta edad del público al que se dirigen los libros le suponga una limitación, sino todo lo contrario: «Es un público puro, sin prejuicios. ¡Todo un lujo!».

Claudia y David ya están trabajando en dos nuevos títulos de la colección. «Yo tengo a Don Yata paseándose por mi escritorio todo el día», afirma la ilustradora. David nos adelanta la próxima aventura del pequeño rinoceronte morado: «Don Yata irá detrás de una pelota de golf que se le ha escapado y ese viaje le llevará desde lo alto de una montaña hasta el fondo del mar», nos revela, y termina: «Estamos muy ilusionados con esta historia».