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Incorporar el juego en el aula: un reto para la escuela
30 octubre 2017
Edelvives acepta el reto e introduce el juego en el aula de la mano de Miniland
Es evidente que la incorporación del juego en la dinámica cotidiana del aula responde a una valoración de lo lúdico como fuente de realización personal y de salud física y mental. La escuela debe proporcionar al niño experiencias positivas que afiancen su confianza, que despierten su curiosidad y favorezcan la exploración e investigación hacia la construcción de su propio pensamiento. Y, ¿qué mejor herramienta que el juego?
Proporcionar situaciones de juego, ricas y positivas, requiere una minuciosa planificación que responda a los objetivos y contenidos explicitados en el currículum. Es decir, planificar teniendo en cuenta el espacio, el tiempo y los juegos y juguetes necesarios, así como reflexionar sobre la intervención del profesor previa al juego, durante el juego y después del juego.El Grupo Edelvives, en su afán de innovación y ampliación de sus materiales, ha incorporado una selección de juguetes de Miniland a su oferta para la etapa infantil. Con esta iniciativa, la editorial pretende dar importancia a la actividad lúdica dentro de la formación establecida para los más pequeños.
En primer lugar, hay que tener presente que el juego no puede ser considerado un tema o un contenido más a «dar». El juego, lo lúdico, debe estar presente a lo largo y ancho de todo el diseño curricular, como una experiencia que hay que garantizar en el quehacer cotidiano, formando parte, si podemos llamarlo así, de una metodología. Más allá de las actividades de juego que propongamos y de los juguetes que seleccionemos, el juego es una actitud, una manera determinada de abrirse a la vida, de abordarla, una manera gozosa de afrontar los aprendizajes, los retos, el día a día.
Desde esta perspectiva, la intervención que debe realizar el educador se concreta, en un primer momento, en garantizar las condiciones para que el juego sea posible:
- Espacios adecuados y estimulantes en fondo y forma, tanto abiertos como cerrados, en el aula, en el patio y en el gimnasio, en la escuela y en las colonias. Es decir, escenarios psicológicos en los que el error sea posible, donde se actúe con la seguridad de no ser criticado, juzgado o evaluado, de que de sus acciones no se deriva ningún peligro; en definitiva, en condiciones de relajación psicológica. Espacios donde el juego y la creatividad puedan crecer. Espacios innovadores, que estimulen el pensamiento divergente, la participación y la cooperación.
- Tiempo pausado y tranquilo, de calidad, durante el que se pueda desplegar la imaginación y recogerla. No se puede jugar con prisas..., ¡los juegos se indigestan!
- Juegos, juguetes y materiales lúdicos diversos, previamente seleccionados, atendiendo a criterios educativos sobre la edad de los jugadores, el valor y tipo de juego, etc., y en el caso de los juguetes añadiendo parámetros de seguridad y calidad.
La intervención del adulto en el juego ha de ser absolutamente discreta en el momento del juego y patente en su planificación. No se trata solo de «dejar jugar», sino de «crear las condiciones» que estimulen y enriquezcan el juego. Se trata, pues, de organizar los espacios, reservar el tiempo, ofrecer materiales lúdicos, y mantener durante el juego una actitud lúdica de placer y sentido del humor, sugiriendo ideas, riendo, disfrutando, aprendiendo con ellos.
Imma Marín
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