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Benjamin Lacombe resucita los fantasmas japoneses de Lafcadio Hearn

El ilustrador francés Benjamin Lacombe dibuja en un patio sevillano durante la entrevista con Efe sobre sus dibujos para la edición en España de "Historias de fantasmas de Japón" (Edelvives), de Lafcadio Hearn.

EFE

Sevilla —

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El escritor Lafcadio Hearn (1850-1904) fue el primer occidental nacionalizado japonés, se casó con la hija de un samurai y adquirió la condición de aristócrata a la vez que recreó en sus relatos el mundo mágico y los fantasmas de Japón, a los que ahora el ilustrador francés Benjamin Lacombe ha insuflado vida.

“Historias de fantasmas de Japón” es el título de Lafcadio Hearn que Benjamin Lacombe, que también ha hecho ediciones de clásicos de Victor Hugo, Edgar Allan Poe, Lewis Carroll y Prosper Merimeé, ha ilustrado y que ha sido editado en España Edelvives en tamaño folio con media encuadernación en tela.

“Cuando ilustré Blancanieves hice unos dibujos más metafóricos, para las setecientas páginas de Victor Hugo fueron más oscuros y próximos a la historia; en realidad no existe un método y cada uno de mis libros es distinto; en este caso lo más especial ha sido recrear el universo de los yokai”, ha explicado Lacombe a Efe sobre su último trabajo.

El ilustrador, enamorado de la cultura y la tradición japonesa como en su día lo estuvo Lafcadio Hearn, ha asegurado que “a diferencia de los fantasmas occidentales, los yokais no son espíritus que regresan para arreglar cuentas, sino que conviven con los vivos, pueden permanecer en un objeto o tomar posesión de un río, lo cual gráficamente se traduce en un mundo realmente fantástico”.

Al igual que estos espíritus, “la cultura japonesa resulta fascinante, tanto por el color como por las formas, y por esa idea de que la magia forma parte de la vida cotidiana: El ruido del viento puede deberse a un yokai, al igual que el rumor de los guisantes en un cuenco”.

Lacombe, con sus dibujos, ha tratado de reflejar este “estado mental” derivado de la idea de que “todo en el mundo tiene su importancia, incluso la cosa más humilde, el más insignificante de los objetos puede poseer su propio espíritu, lo cual es una buena lección para el mundo en que vivimos, donde con frecuencia se maltrata a los animales y los árboles”.

La muerte, sin embargo, también es un tabú en la cultura oriental porque --ha comentado con humor-- “a nadie le gusta morirse”, pero ha aclarado que la tradición japonesa se halla más próxima a la mexicana que a la europea puesto que “los muertos siguen acompañándoles, existe una fuerte relación con los ancestros y esa relación no es necesariamente negativa”.

Del mismo modo ha aclarado que los yokais, como reflejan algunas de sus ilustraciones, “son personajes ambivalentes, porque pueden seducir a los seres vivos para conducirlos al mundo de los muertos, de modo que hay que tomar precauciones con ellos”.

Lacombe ha asegurado que los fantasmas de Hearn, como los de la cultura japonesa en particular, mantienen similitudes con los de la tradición inglesa porque “son dos países con bruma, con niebla, y los fantasmas son propios de las zonas de paso que carecen de claridad, son propicios al ocaso y a la falta de luz”.

Muchas de sus ilustraciones --ya desde la portada del libro-- son fantasmas femeninos: “La figura de la mujer es muy importante entre los fantasmas japoneses, hasta el punto de que tienen un nombre específico para denominarlas; la cultura japonesa sigue siendo un gran misterio para Occidente también porque las mujeres no pueden expresarse libremente, pero como fantasmas sí que pueden hacerlo”.

Lacombe ha asegurado que de Lafcadio Hearn le atrajo tanto su obra como su vida azarosa, ya que nació en una isla griega, se crió en Irlanda, se hizo periodista en Estados Unidos y encontró en Japón su lugar en el mundo y hasta adquirió un nombre japonés.

El ilustrador ha querido promocionar su libro en Sevilla, ciudad que conoce bien por haber ilustrado “Carmen” de Mérimée, del que ha afirmado que fue un “etnocentrista” que todo lo vio “con ojos de francés”, un autor que “no comprendió nada, ni siquiera a su personaje, del que quedó seducido pero del que no fue consciente de su modernidad; Carmen es una figura emancipada del patriarcado, una feminista... Esa dimensión cambiante es para mí España”.

Alfredo Valenzuela

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