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De ratones y de hombres, un canto a la amistad

El otoño ha llegado, ¿no os parece un buen momento para releer a los clásicos? Edelvives os invita a disfrutar de una original versión de «De ratones y de hombres» de John Steinbeck maravillosamente ilustrada por Rébecca Dautremer.

De ratones y de hombres, un canto a la amistad
Literatura 28 Octubre 2020

John Steinbeck (1902-1968) nació en Salinas, un pequeño pueblo de California rodeado de tierras fértiles. Durante sus veranos de juventud trabajó en los ranchos cercanos donde conoció la dura vida de los peones y, con ellos, el lado más oscuro de la naturaleza humana. Estudió literatura inglesa en la Universidad de Stanford sin llegar a graduarse. Viajó a Nueva York donde tuvo empleos ocasionales, pero pronto volvió a la casa paterna, se estableció con su mujer y se dedicó a escribir. Aunque, anteriormente, publicó otros, el éxito de la crítica vino de la mano De ratones y de hombres, que vio la luz en 1937. De dos años después escribió Las uvas de la ira, considerada su mejor obra y conocida por el gran público gracias a la película homónima dirigida por John Ford. Al mismo tiempo, siguió con los artículos periodísticos que le llevaron a ganar el premio Pulitzer. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como corresponsal y regresó con varias heridas de metralla y un trauma psicológico. A continuación, escribió La perla y en los años cincuenta Al este del Edén, que llevaría al cine Elia Kazan. El reconocimiento mundial le llegó en 1962 cuando recibió el premio Nobel de Literatura. Murió en 1968 en Nueva York convertido en uno de los grandes autores norteamericanos.

Las potentes ilustraciones de Rébecca Dautremer hacen diferente la lectura de esta novela clásica, ya que uno de cuyos puntos fuertes es la profunda descripción psicológica de los personajes. Ella los dibuja de forma minuciosa, hace múltiples estudios de sus rostros y sus cuerpos. Así conoceremos al mal encarado jefe, al viejo Candy y su perro, al violento Curley y su despampanante y provocativa esposa, y a otros trabajadores como Slim o Carlson o al negro Crooks, solo y marginado en un mundo de blancos. La ambientación es magnífica, a veces la figura humana se pierde en los grandiosos paisajes americanos siguiendo el estilo pictórico de la escuela del río Hudson. Casi podemos oír el susurro de las hojas de sicomoro y las cañas sacudidas por la corriente del río. También, podemos pasear por el sendero a través de los sauces donde se esconden los conejos y descansan las garzas.

Pero Dautremer se aparta del camino más clásico y, haciendo uso del humor, intercala imágenes cómicas, anuncios de la época y, en ocasiones, dibujos infantiles producto de la imaginación de Lennie o imágenes pornográficas soñadas por Georges. Con ella entramos en el rancho, los burdeles, los teatros o en las plantaciones de algodón. Todos son escenarios meticulosamente recreados. La artista nos obliga a demorarnos en los detalles, a veces extraños, y en escenas surrealistas como la del grandullón Lennie descansando sobre una enorme judía o la de George, derrotado, flotando en un mar rojo de salsa de tomate. Dautremer convierte el texto en una moderna novela gráfica para adultos. 

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Y al final la desocupada mecedora se balancea en una casa vacía. Porque de lo que nos habla Steinbeck es de la soledad de los hombres, de la necesidad de afecto en un mundo hostil, injusto y despiadado. La obra es un conmovedor canto a la amistad, en este caso, de dos seres marginados. Pero también trata problemas tan importantes como las condiciones de trabajo, el racismo o el machismo. Una obra que nos mantiene en tensión hasta llegar a un final de esos que quitan el aliento.