Libros y álbumes ilustrados
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CerrarMaribel, madre de Renata, quiere que su hija sea alguien importante en la vida.
Sudáfrica, 1963. Son los años del apartheid. La población negra vive oprimida y la tensión social va en aumento. Pero Shaka y sus amigos solo tienen una idea en la cabeza: ¡Convertirse en el equipo de natación que llegue a los Juegos Olímpicos de Japón!
Este es primer el libro de una colección, que tiene como protagonista a una liebre, en la que se pueden disfrutar de unas preciosas ilustraciones llenas de color.
La liebre protagonista de esta colección realiza un nuevo viaje que está ilustrado con gran detalle.
La liebre protagonista de esta colección visita pintorescos lugares que aparecen ilustrados con gran detalle.
A Rufo le gusta rascarse, cantar, morder, olfatear… pero no le gusta nada, nada, ¡pero nada!, su abrigo nuevo. Cuando salga a jugar con Rubí, su mejor amiga, quizá se dé cuenta de que llevar un abrigo no es algo tan malo.
A Rufo no le gustan los gatitos porque trepan y roncan y lo miran y lo persiguen por todas partes, y, además, hacen popó. Tampoco le gusta compartir sus cosas, especialmente, su manta azul.
Uno por uno, los niños del campamento van recibiendo un misterioso poema que los describe. Don Jacobo, el intendente, reúne todas las notas, y comienza así una divertida investigación para descubrir quién es ese autor que tan bien parece conocerlos.
Hoy el pequeño zorrito Samu ha encontrado algo: ¡Un adorable conejito de trapo! Le llamará Peluchita y no se querrá separar de él porque le gusta mucho, mucho, mucho. Después, descubre que se llama Susi y pertenece a su amiga Bu, que está muy triste por haberla perdido.
Hoy Samu ha encontrado una caja. ¿Qué será? ¡Parece un regalo! El pequeño zorrito se muere de ganas de abrirlo y a Bu le pasa lo mismo. Abren solo un poquito y… ¡ven que es una tarta! Prueban solo un poquito… hasta que aparece Miel y se pone muy triste.
El sol es perezoso, le gusta mucho dormir y se le pegan las nubes. Y es el canto del gallo el que lo pone en movimiento. Pero Nino Gallo se acostó con la garganta enrojecida y sin poder decir ni un «Ki».